Las próximas fiestas navideñas suelen ser sinónimo de un aumento del consumo de azúcar en nuestra alimentación. Sin embargo, el consumo de azúcar en todo tipo de alimentos ha aumentado no sólo en estas fechas sino también en nuestra dieta cotidiana y cada vez estamos más acostumbrados a que los productos que consumimos sean más dulces.
Desde que la OMS recomendara reducir a 25 gramos diarios el consumo de azúcar en Europa occidental, se han extendido las iniciativas para concienciar a la población de la necesidad de dicha disminución y el control del azúcar en la alimentación es uno de los imperativos que está imponiéndose a la industria en los últimos tiempos.
Tanto los riesgos del consumo excesivo de azúcar -diabetes, sobrepeso, problemas cardiovasculares, caries e, incluso, dependencia-, como la información sobre la cantidad de azúcar que contienen los alimentos procesados, han sido objeto de numerosas acciones de información y denuncia llevadas a cabo por medios de comunicación y asociaciones.
Además, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, implantará próximamente el Etiquetado Nutricional Frontal, cuyo objetivo, según comunica el propio Ministerio, es promover una dieta más saludable a través de la información al consumidor mediante el denominado código de cinco colores Nutriscore.
Otra iniciativa promovida por el Ministerio en esta línea es un acuerdo con asociaciones del sector alimentario para reducir paulatinamente hasta el año 2020 una media del 10% de azúcares añadidos, sal y grasas saturadas en más de 3.500 productos.
Con todo, la industria de la alimentación habrá de adaptar la concentración de azúcares que contienen los productos procesados a las nuevas exigencias legislativas y de mercado.
Es una práctica habitual en el procesado de alimentos conocer la concentración de azúcares de un producto a través de los refractómetros que determinan los grados Brix de la solución, dado que existe una correlación entre el índice de refracción y la concentración de azúcar.
Una de las garantías que tiene el consumidor es que el fabricante ha de asegurar que el producto cumple con la normativa y que la información que se ofrece a los consumidores es veraz, para lo que los instrumentos de medición han de ser periódicamente calibrados por un laboratorio acreditado.